El guardián entre el centeno de J. D. Salinger

11:57 p.m.

El guardián entre el centeno de J. D. Salinger:


Sinopsis:
Las peripecias del adolescente Holden Cauldfiel en una Nueva York que se recupera de la guerra influyeron en sucesivas generaciones de todo el mundo. En su confesión sincera y sin tapujos, muy lejos de la visión almibarada de la adolescencia que imperó hasta entonces, Holden nos desvela la realidad de un muchacho enfrentado al fracaso escolar, a las rígidas normas de una familia tradicional, a la experiencia de la sexualidad más allá del mero deseo.




Sobre el autor
Jerome David Salinger (Nueva York1 de enero de 1919 – CornishNuevo Hampshire27 de enero de 2010) fue un escritor estadounidense conocido principalmente por su novela El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye en inglés), que se convirtió en un clásico de la literatura moderna estadounidense casi desde el mismo momento de su publicación, en 1951. El autor falleció a los 91 años por causas naturales.






Opinión personal:


Primero, voy a intentar de ser bastante objetiva para que puedan realizar una opinión limpia y sin la mezcla de emociones que sentí con este libro personalmente, y luego, hablaré sobre la historia que hubo detrás de la historia para no dejar inconclusa la reseña, ya que de todos modos, por algo es mi opinión.
Holden es un adolescente que describe su situación al ser echado (y no por primera vez) de su colegio por bajas notas. Su descripción es cómica y dinámica, no es un libro aburrido que vayamos a dejar de lado. Creo que puede haber personas a las que les guste mucho y otras que lo odien, ya que la personalidad del personaje se encuentra muy resaltada y está situado en un momento complicado donde sus emociones chocan y se confunden. Por lo cual, el lector también puede sentirse confundido, pero a mí me gusta esa forma de relatar las situaciones y hablar de temas que salen de la trama principal, es un momento en que siento que estoy frente a frente con los personajes de la historia y que se ve la transparencia de ellos
Al leer el libro, tal vez ni siquiera notemos a qué se dirige el autor, cual es el mensaje que puede dejarnos, pero al final nos sorprende (o por lo menos eso logro conmigo). Es uno de esos libros que no me arrepiento de haber elegido, pero al mismo tiempo lo hago, porque tengo que devolverlo (Todavía no lo hice, quiero darle una rápida releída).
Ahora, continúo con la parte mas personal de la reseña, les voy a contar que este libro llego a mis manos gracias a la biblioteca de mi escuela y el titulo solamente me sonaba de haberlo visto nombrado en algún libro que leí hace poco. Al comenzar la lectura, de repente me di cuenta que ya conocía los personajes de la historia, los nombres me sonaban y comenzaba a adelantarme situaciones. En ese momento, intente de recordar cuándo lo había leído, porque era imposible que supiera ciertas cosas sin haberlo hecho, ese libro no está en mi biblioteca y no recuerdo haberlo tenido alguna vez. Así que, es el día de hoy que no sé por qué lo leí, ni cuándo lo leí, ni cómo pude haberlo leído si no recordaba nada sobre él hasta que lo volví a leer.
En fin, seguí leyendo, ya que me acordaba partes de la historia pero no recordaba qué sentimiento me había causado el libro (otra cosa muy rara, es posible que no recuerde la historia, pero el sentimiento que me dejan los libros siempre los recuerdo). A medida que iba leyendo, comenzaba a enamorarme del personaje principal. Si, exacto. Y no fue como con Agustus Waters (Bajo la misma estrella), fue algo mucho mas profundo y extraño, ya que no es un personaje que sea presentado como un príncipe sino como un chico trivial y típico. Lo que pasaba era que me gustaba lo que decía, las locuras que pensaba y cómo me hacia reír con su forma de ser. Pero creo que lo que mas me atormentaba era su soledad, algo que caracterizaba fervientemente a su personaje.
Este es un libro en el cual te reís pero sentís una depresión interna bastante incontrolable. Lo único que sé es que hubo un montón de partes en las cuales sentía unas ganas enormes de salir a la calle a buscarlo para abrazarlo y acompañarlo. Pensar que este libro fue escrito hace un montón y sentí que estaba hablando con un adolescente actual, es más me quede toda la noche leyendo y lo lleve a todas partes (leyendo con mi visión de rayos X) hasta que pude terminarlo finalmente. Pero todavía sigo leyendo mis partes favoritas.
Para los que quieran les dejo un fragmento que me gusta mucho, si no quieren leerlo, solamente no lo hagan.
Un spoiler sin agresión:
Era una chica rara, Jane. No puedo decir
que fuera exactamente guapa, pero me volvía
loco. Tenía una boca divertidísima, como con
vida propia. Quiero decir que cuando estaba
hablando y de repente se emocionaba, los labios
se le disparaban como en cincuenta direcciones
diferentes. Me encantaba. Y nunca
la cerraba del todo. Siempre dejaba los labios
un poco entreabiertos, especialmente cuando
se concentraba en el golf o cuando leía algo que
le interesaba. Leía continuamente y siempre libros
muy buenos. Le gustaba mucho la poesía.
Es a la única persona, aparte de mi familia, a
quien he enseñado el guante de Allie con los
poemas escritos y todo. No había conocido a
Allie porque era el primer verano que pasaban
en Maine —antes habían ido a Cape Cod—,
pero yo le hablé mucho de él. Le encantaban
ese tipo de cosas.
A mi madre no le caía muy bien. No tragaba
ni a Jane ni a su madre porque nunca la
saludaban. Las veía bastante en el pueblo cuando
iban al mercado en un Lasalle descapotable
que tenían. No la encontraba guapa siquiera. Yo
sí. Vamos, que me gustaba muchísimo, eso es
todo.
Recuerdo una tarde perfectamente. Fue la
única vez que estuvo a punto de pasar algo más
serio. Era sábado y llovía a mares. Yo había ido
a verla y estábamos en un porche cubierto que
tenían a la entrada. Jugábamos a las damas. Yo
la tomaba el pelo porque nunca las movía de
la fila de atrás. Pero no me metía mucho con
ella porque a Jane no podía tomarle el pelo. Me
encanta hacerlo con las chicas, pero es curioso
que con las que me gustan de verdad, no
puedo. A veces me parece que a ellas les gustaría
que les tomara el pelo, de hecho lo sé con
seguridad, pero es difícil empezar una vez que
se las conoce hace tiempo y hasta entonces no
se ha hecho. Pero, como iba diciendo, aquella
tarde Jane y yo estuvimos a punto de pasar a
algo más serio. Estábamos en el porche porque
llovía a cántaros, y, de pronto, esa cuba que
tenía por padrastro salió a preguntar a Jane
si había algún cigarrillo en la casa. No le conocía
mucho, pero siempre me había parecido
uno de esos tíos que no te dirigen la palabra
a menos que te necesiten para algo. Tenía un
carácter horroroso. Pero, como iba diciendo,
cuando él preguntó si había cigarrillos en la
casa, Jane no le contestó siquiera. El tío repitió
la pregunta y ella siguió sin contestarle. Ni
siquiera levantó la vista del tablero. Al final el
padrastro volvió a meterse en la casa. Cuando
desapareció le pregunté a Jane qué pasaba.
No quiso contestarme tampoco. Hizo como
si se estuviera concentrando en el juego y de
pronto cayó sobre el tablero una lágrima. En
una de las casillas rojas. ¡Jo! ¡Aún me parece
que la estoy viendo! Ella la secó con el dedo.
No sé por qué, pero me dio una pena terrible.
Me senté en el columpio con ella y la obligué
a ponerse a mi lado. Prácticamente me senté
en sus rodillas. Entonces fue cuando se echó a
llorar de verdad, y cuando quise darme cuenta
la estaba besando toda la cara, donde fuera, en
los ojos, en la nariz, en la frente, en las cejas, en
las orejas... en todas partes menos en la boca.
No me dejó. Pero aun así aquella fue la vez que
estuvimos más cerca de hacer el amor. Al cabo
del rato se levantó, se puso un jersey blanco y
rojo que me gustaba muchísimo, y nos fuimos
a ver una porquería de película. En el camino
le pregunté si el señor Cudahy (así era como se
llamaba la esponja) había tratado de aprovecharse
de ella. Jane era muy joven, pero tenía
un tipo estupendo y yo no hubiera puesto la
mano en el fuego por aquel hombre. Pero ella
me dijo que no. Nunca llegué a saber a ciencia
cierta qué puñetas pasaba en aquella casa. Con
algunas chicas no hay modo de enterarse de
nada.
Pero no quiero que se hagan ustedes la idea
de que Jane era una especie de témpano o algo
así sólo porque nunca nos besábamos ni nada.
Por ejemplo hacíamos manitas todo el tiempo.
Comprendo que no parece gran cosa, pero para
eso de hacer manitas era estupenda. La mayoría
de las chicas, o dejan la mano completamente
muerta, o se creen que tienen que moverla todo
el rato porque si no vas a aburrirte como una
ostra. Con Jane era distinto. En cuanto entrábamos
en el cine, empezábamos a hacer manitas
y no parábamos hasta que se terminaba la
película. Y todo el rato sin cambiar de posición
ni darle una importancia tremenda. Con Jane
no tenías que preocuparte de si te sudaba la
mano o no. Sólo te dabas cuenta de que estabas
muy a gusto. De verdad.
De pronto recordé una cosa. Un día, en el
cine, Jane hizo algo que me encantó. Estaban poniendo
un noticiario o algo así. Sentí una mano
en la nuca y era ella. Me hizo muchísima gracia
porque era muy joven. La mayoría de las mujeres
que hacen eso tienen como veinticinco o treinta
años, y generalmente se lo hacen a su marido o a
sus hijos. Por ejemplo, yo le acaricio la nuca a mi
hermana Phoebe de vez en cuando. Pero cuando
lo hace una chica de la edad de Jane, resulta tan
gracioso que le deja a uno sin respiración.

Puntuación: 6 (seis) 
Libros que te cambian sin que te des cuenta


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